Sobre las nueve de la noche sonó el teléfono de casa y fui a descolgarlo. Era mi madre y comenzamos a hablar de las pequeñas cosas del día, como siempre. Me comentó que ya habían decidido montar la carroza el día del bando de la huerta. Ya es una tradición que mis padres y sus primos organicen su propia carroza típica huertana, al estilo de una barraca, para llevarla al centro de la ciudad y montar su propia fiesta con amigos y familiares. Este día la ciudad se viste de gala para recordar las tradiciones de la huerta murciana. “Hay que ver como se han perdido todas las costumbres”, me comentaba mi madre. A ella le encanta este día y ver el desfile que hacen, donde se quiere dar una pequeña muestra de cómo era el trabajo y la vida de los huertanos, de no hace tanto tiempo. “Mira, las alpargatas de esparto, un viejo horno de pan, las mulas que araban, todo como se hacía antes antes”, son los comentarios más escuchados por todas las personas de la edad de mi madre, es decir, que rondan la cincuentena. Pues esa generación se crió entre limoneros y naranjos, gallinas y vacas, en la huerta.
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